Auf wiedersehen Michael!

Auf wiedersehen Michael!«Aunque aún soy capaz de competir con los mejores pilotos, llega un momento en que lo mejor es decir adiós. Durante el mes pasado no estaba seguro de seguir teniendo la motivación y la energía necesarias para seguir. No es mi estilo seguir si no estoy al 100%, pero con la decisión de hoy me siento aliviado».

Con estas palabras, Michael Schumacher confirmaba lo que ya se sospechaba desde hace unos meses: se retira de la F1. El piloto con más títulos mundiales de la historia deja la competición, y esta vez de manera definitiva -no como en 2006-, sin dejar una puerta abierta al regreso.

Su paso por Mercedes ha sido un colofón agridulce para un piloto que ha hecho historia en las dos últimas décadas y cuyo eco resonará durante muchos años. El fichaje de Hamilton para sustituirle no fue más que el empujón que le faltaba para colgar, definitivamente y sin vuelta atrás, el mono de competición.

Historia viva de la Fórmula 1, Schumacher no ha tenido lo que muchos llamaban una ‘tercera juventud’. Último eslabón de aquella camada de pilotos alemanes que dieron el salto a finales de los 80 y principios de los 90, que encabezaron él y su enemigo íntimo Heinz-Harald Frentzen, Michael se ha visto lastrado por una nueva época en la F1 que a él ya le ha cogido muy tarde.

En estas tres temporadas en las que ha pilotado una flecha plateada, Michael no ha podido -de momento- llevarse ninguna victoria, algo que no ocurría desde que había comenzado en la F1, y para verle por primera vez en el podio vestido con los colores de la escuadra alemana ha habido que esperar a este dubitativo e imprevisible 2012, para verle en un podio, ya ni siquiera en lo más alto.

Aquel tercer puesto en el circuito urbano de Valencia es, a falta de que se disputen seis carreras de esta temporada, su mejor resultado. ¿Está a la altura de su historia?

El piloto del siglo

Ross Brawn, jefe de Mercedes y buen amigo de Schumacher -junto a Jean Todt formaron un triunvirato invencible en Ferrari culminado en el lustro glorioso para la Scuderia desde 2000 a 2004-, calificaba este jueves al kaiser como «el piloto del siglo», y es muy posible que así lo sea. Sus éxitos le preceden, y van mucho más allá de los siete títulos. Prácticamente ha batido todos los récords en sus 19 temporadas en la máxima categoría.

Sin embargo, es imposible repasar la carrera de Michael Schumacher sin descubrir su lado oscuro. El kaiser se ha ganado a pulso la fama de ser un piloto, en demasiadas ocasiones, sucio en pista.

Su innegable talento y calidad se han visto embarrados por acciones como la que le costó la descalificación del campeonato de 1997, cuando en el GP de Europa, disputado en el circuito gaditano de Jerez, echó de pista a Jacques Villeneuve para que este no se proclamara campeón. La jugada le salió mal -no como dos años antes, cuando sí lo consiguió con Hill y ganó su primer campeonato- y la FIA le excluyó del resultado final del campeonato, por el que habría sido subcampeón del mundo.

Aunque esta fue la que le costó más, en términos deportivos, hay otras muchas polémicas que le han acompañado en sus años de competición: Spa 1998 (echó de pista a Coulthard), Mónaco 2006 (aparcó, literalmente, su Ferrari en la Rascasse para estorbar a Fernando Alonso y que este no consiguiera la pole) o el más reciente de Hungría 2010, cuando casi estampa a su ex compañero Rubens Barrichello contra el muro de la recta de meta.

Manchas en un expediente que cuenta con actuaciones gloriosas, como la de Barcelona en 1996, su primera victoria con Ferrari, en la que, bajo la lluvia, dio una auténtica lección de pilotaje en mojado y las gradas enfervorecidas alucinaron con una carrera del que, posteriormente, verían como el gran enemigo a batir.

Genio, loco o ambas cosas, lo cierto es que la Fórmula 1 no será la misma sin él, a partir de ahora. A los más jóvenes del lugar les quedará en la retina acciones desastrosas, como cuando embistió a Vergne en Singapur hace unas semanas. A los más veteranos, les vendrán a la memoria sus lágrimas en Monza 2000, cuando igualó el número de victorias de Ayrton Senna, con el que compitió durante sus primeros años en la Fórmula 1.

Todos, sin discusión, deberían mirar atrás y congratularse de haber visto competir a un auténtico Dios en el Olimpo de la F1. Auf wiedersehen, Michael!

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