Los días 21 y 22 de julio son fechas gravadas en el universo Ferrari, el día 21 del séptimo mes del año 2002 es recordado por épica remontada de Michael Schumacher en Francia que le dio su quinta corona, el 22 de julio, pero del año pasado, Fernando Alonso logró en Alemania su tercer triunfo de la temporada.
La victoria de Hockenheim supuso la tercera y última de esa temporada para el piloto español, después de las logradas en Sepang y Valencia. Después de haber salido desde la pole, Fernando defendió su posición con maestría, primero de las acometidas de Vettel, y más tarde de las de Button.
El Presidente Luca di Montezemolo estaba comprensiblemente orgulloso de una victoria que se logró sin ningún «pero».
«En Hockenheim, en un país sede de algunos de los mayores fabricantes de automóviles del mundo y con una gran tradición en la Fórmula 1, un Ferrari ha acabado primero en pista, ayer sobre mojado y hoy en seco».
Fue una victoria particularmente simbólica, aunque más bien por razones extradeportivas: en una de las fases más críticas de la crisis económica que aún azotaba al Viejo Continente, se ganó un Gran Premio en la tierra de los grandes fabricantes de automóviles alemanes y en el país europeo con la base económica más sólida, con un coche construido en una fábrica italiana, diseñado por un ingeniero griego y pilotado por un español.
Remontando algunos años, hasta 2002, el 21 de julio, Michael Schumacher ganó el Gran Premio de Francia en el circuito de Magny-Cours. La victoria fue suficiente para que el piloto alemán se hiciera con su quinto título mundial, el tercero con la Scuderia Ferrari.
Fue una carrera un tanto rocambolesca, para ser sinceros, con un Michael protagonista desde el el principio a los mandos del fantástico F2002. Sus opciones de ganar el Gran Premio parecían disiparse cuando recibió una sanción por cruzar la línea blanca al salir de los boxes después de su parada.
En la fase final de la carrera, el alemán se acercó al líder, Kimi Raikkonen, aunque esto no parecía que pudiera llegar a inquietar demasiado al hombre de McLaren, que parecía encaminarse hacia su primera victoria en Fórmula 1.
Pero, a falta de cinco vueltas, todo cambió: en la curva 5, Kimi frenaba sobre una mancha de aceite procedente del Toyota de McNish y se iba de largo, permitiendo a Michael tomar el liderato hasta la bandera de cuadros. La victoria le dio el título a falta de seis carreras: nadie había conseguido hacerlo anteriormente con tanto margen, un récord que aún persiste.
«Una vez ya en cabeza de la carrera, empezaron las vueltas más duras de mi vida, porque me di cuenta de que lo estaba haciendo: ¡parecía que nunca iba a acabar!», comentaba Schumacher después de la carrera.
«Sentía un gran peso sobre los hombros, una presión increíble. Cuando crucé la línea de meta, sentí una explosión de emociones, porque me di cuenta de lo mucho que significaba esta victoria y lo mucho que amo este deporte. Todos los títulos son especiales para mí, cada uno de una forma diferente, lo mismo que las victorias: nunca te acostumbras».
En efecto, Michael no se cansó nunca de hacerlo: el campeón alemán conseguiría más tarde otros dos títulos mundiales y treinta Grandes Premios.