Poco se puede prever este año. Hacer una apuesta de vencedor en Bahréin es prácticamente imposible, después de que en China la igualdad existente entre media parrilla mantuviera a los espectadores pegados a la pantalla hasta la misma linea de meta. Nico Rosberg se impuso con una autoridad razonable en el trazado chino, pero él mismo sabe que es una incógnita dónde estará en Bahréin.
¿Apostar por los McLaren? Sí, es algo fácil, habida cuenta de que son el equipo más fiable, pero ¿podrán con los Mercedes en un circuito donde hay tres grandes rectas? Hamilton lidera el mundial con sólo dos puntos sobre su compañero, y la escudería de Woking ha salido de Shanghái al frente de la clasificación de constructores, con Red Bull por detrás.
Precisamente, la escuadra de las bebidas energéticas es la que más dudas tiene. Por primera vez desde Monza 2010, Vettel ha encadenado dos carreras seguidas sin subir al podio, y el alemán empieza a dar muestras de nerviosismo preocupante.
¿Y Ferrari? ¿Están tan mal como parece? La escuadra italiana sale de China con la sensación de que la burbuja de Malasia ha estallado y que los problemas y carencias que arrastran han vuelto a salir a flote. Fernando Alonso se quejó de una mala estrategia, a la que hay que unir un error propio de pilotaje que le privó de pelear, probablemente, por un quinto o incluso cuarto puesto.
No obstante, la Scuderia ha mostrado una mejoría notable en un aspecto fundamental: las paradas en boxes. En China, sus mecánicos consiguieron ser los más rápidos y Massa y Alonso perdieron menos tiempo que nadie a la hora de cambiar sus neumáticos. Los coches rojos recuperaron seis décimas de media con respecto a sus rivales en cada entrada en boxes, así que el diagnóstico sigue siendo pesimista y se agudizará en Bahréin: falta velocidad punta y tracción. Alonso ya ha avisado que no tienen muchas esperanzas para este fin de semana, y las altas temperaturas no harán sino ahondar en la situación de la escuadra italiana.
Aunque, sin duda, para tensión la que se está viviendo en Bahréin. El pequeño reino árabe sigue sumido en la turbulencia constante, y las disputas entre el gobierno y una parte del pueblo han puesto en peligro, hasta el último instante, la disputa del Gran Premio. Este mismo lunes amaneció en llamas uno de los carteles más grandes que anuncian la carrera de Fórmula 1, por el que hay que pasar para entrar en Manama, la capital, y de ahí al circuito. Periodistas desplazados allí han vivido en sus carnes la tensión, con lanzamiento de gases lacrimógenos por parte de la policía incluidos.
No obstante, el jefe del circuito ha señalado en declaraciones en Autosport que sigue siendo seguro. «No hay riesgo», repitió Zayed Al Zayani, en un discurso que recuerda mucho al de Bernie Ecclestone el pasado viernes. «Esto no es Afganistán ni Siria. No veo por qué debe pasar algo este año que no haya ocurrido en años anteriores», señaló, antes de avisar del desastre económico que supondría para el país quedarse fuera de la Fórmula 1 por segundo año consecutivo.
Por si acaso la situación se pone aún más tensa, los jefes de los equipos ya han filtrado que mantendrán una reunión el jueves, aunque todo apunta que seguirán al frente con la carrera. Los grupos de manifestantes contrarios al régimen que impera en Bahréin ya han avisado de que intentarán llamar la atención de cualquier manera a los medios de comunicación, y el miedo a un atentado sobrevuela las mentes de los miembros de la Fórmula 1 que ya han aterrizado allí.