La normativa de F1 establece que durante el parón veraniego las fábricas de los equipos han de estar un mínimo de dos semanas cerradas, una medida que ha estado en vigor en las últimas temporadas y que pretende ayudar en la controvertida reducción de costes, proceso para el que la F1 no termina de lograr un consenso general.
Así, en algún momento entre la medianoche posterior al Gran Premio de Hungría de 2012, que se disputa este fin de semana, y la reanudación de la acción en pista cinco semanas más tarde, a principios de septiembre, en el trazado de Spa para disputar el Gran Premio de Bélgica 2012, todos los equipos cumplirán el cierre durante 14 días.
Pero, como es obvio, la medida es poco más que un pacto de caballeros entre los equipos, por lo que las suspicacias sobre el asunto están a la orden del día, incluyendo sospechas de que algunos equipos derivan los trabajos hacia otros lugares.
«Da la casualidad de que nosotros también cerraremos nuestra producción de automóviles de calle, al mismo tiempo, a pesar de que no es necesario hacerlo», dijo el jefe del equipo McLaren, Martin Whitmarsh, en un alarde de mostrar la buena voluntad con la que trabaja su escudería.
«Y no lo hacemos para evitar que otros equipos nos pongan en entredicho. Se trata de una empresa independiente», añadió Whitmarsh.
Pero ese alarde de buenas intenciones llevó consigo una flecha envenenada en sus palabras hacia uno de sus rivales, precisamente el que tiene al líder destacado del campeonato Fernando Alonso en sus filas.
Whitmarsh dijo que no está seguro de si su rival Ferrari también cerrará su planta de coches de carretera, que, como en el caso de McLaren, es una empresa independiente y por tanto no le afectan las normas de F1.