Nino Farina: Ficha piloto de F1

Hablar de Emilio Giuseppe Farina, más conocido como Nino Farina, es hablar del primer campeón mundial de la Fórmula 1, un piloto duro y decidido que contaba con una elegante técnica de conducción que fue adoptada por muchos otros pilotos que siguieron sus pasos en los circuitos.

A pesar de que algunos de sus rivales poseían un talento natural mucho más acentuado, Nino Farina poseía una enorme confianza en sí mismo y estaba dotado de gran coraje que le ayudaban a afrontar muchas carreras más como un acto de fe que con la certeza de que el coche se mantendría en pista.

Su temeridad era bien conocida en los entornos de las competiciones de motor, muy pocos pilotos de F1 compitieron con ese aparente desprecio por su propia seguridad, pero, de algún modo, logró sobrevivir a carreras plagadas de accidentes y muertes de aquellos años, para finalmente perecer en un accidente de tráfico en los Alpes.

Podcast F1 Muro de Campeones: Nino Farina, un piloto temerario y primer campeón de Fórmula 1

Destinado a involucrarse en la incipiente industria del automóvil

Podría decirse que su vida estuvo destinada a estar involucrado en el mundo del automóvil, aunque no tenía por qué ser necesariamente como piloto. El mismo día de su nacimiento, allá por el 30 de octubre de 1906, su padre, Giovanni Farina, abrió un taller de carrocería en la ciudad italiana de Turín, donde se encontraba gran parte de la industria de fabricación de automóviles de Italia. Su tío, Bautista «Pinin» Farina, fundaría años más tarde la famosa firma de carrocerías Pininfarina, responsable de muchos de los elegantes diseños de los deportivos italianos de la historia.

Con esos antecedentes familiares se esperaba que Nino se uniese al negocio familiar, pero su primer contacto con la conducción, a los nueve años en los terrenos de la fábrica de su padre, despertó sus ansias de competición. Así, a los 16 años, su tío le introdujo en el mundo de las carreras compitiendo con él como copiloto. Tres años más tarde, en 1925, disputaría su primera carrera en solitario, que terminó en accidente, y esa propensión a los accidentes ya no le abandonaría a lo largo de su carrera deportiva.

Pero no todo fueron carreras y motor en la vida de Nino Farina, sus habilidades académicas quedaron patentes cuando completó un doctorado en derecho en la Universidad de Turín, lo que le llevó a comenzar su servicio militar como oficial de caballería, uniéndose al regimiento de tanques en el que serviría durante la guerra.

La temeridad en la competición

En 1932 se compró un Alfa Romeo con el que seguir compitiendo, en una de las carreras de subida de montaña, muy populares por aquella época, sufrió un grave accidente que le lesionaría el hombro y un corte muy grave en la cara. No fue suficiente para frenar sus ansias de competición y pasó los dos siguientes años corriendo con Maserati, con numerosos accidentes que le dejaban frecuentemente fuera de carrera, pero con el suficiente coraje como para impresionar a Enzo Ferrari, quien le reclutó para pilotar para la Scuderia.

Hacia 1938, la tenacidad y valentía de Nino Farina en las pistas le llego a ganar las suficientes carreras como para convertirse en campeón de Italia. Luego llegó la Segunda Guerra Mundial y el parón para las competiciones, que reanudó bajo las quejas de su esposa que veía en las competiciones de coches una actividad tonta y peligrosa.

Primer Campeón del Mundo de Fórmula 1

Para 1950 fue nombrado líder del equipo Alfa Romeo para competir en un nuevo campeonato que estaba organizando la FIA para agrupar a los Grandes Premios que hasta ese momento se disputaban de forma dispersa y sin participación regular de los pilotos. Nacía así el Campeonato Mundial de Fórmula 1.

Dada la supremacía de los todopoderosos coches Tipo 158 de Alfa Romeo, el primer título mundial estaba casi destinado a ser conquistado por uno de los tres pilotos del equipo: Farina, que tenía 44 años, Juan Manuel Fangio, con 39 años, y Luigi Fagioli, de 52 años; conocidos popularmente como las tres F y que terminaron esa temporada en ese orden de clasificación demostrando el dominio de los Alfa Romeo sobre los numerosos competidores de ese primer mundial, con hasta 81 pilotos participantes.

Farina ganó la primera carrera del campeonato de F1, el Gran Premio de Gran Bretaña de 1950, disputado en el histórico trazado de Silverstone, y volvió a repetir victoria en Suiza e Italia. También su compañero Juan Manuel Fangio ganó tres carreras esa temporada, pero para alguien con el ego tan grande como el italiano, su coronación como campeón del Mundo sólo fue la confirmación oficial de lo que él consideraba un hecho.

Su enorme ego y una carrera plagada de accidentes

A pesar de su buena educación y amabilidad, solía mostrar en algunas ocasiones una arrogancia poco apreciada por su entorno; mostrando una fuerte desaprobación por aquellos que estaban en las competiciones sin el pedigrí social que él consideraba adecuado, por lo que era tachado de snob. Esta personalidad tan particular debería haberle alejado de su compañero Fangio, quien provenía de un entorno muy humilde en su Argentina natal. Sin embargo cuando el argentino estuvo a punto de morir en el Gran Premio de Italia de 1952, el primero en visitarlo en el hospital fue Farina, quien había ganado la carrera y entregó a su compañero la corona de la victoria.

Fue apodado como el Caballero de Turín por el entorno privilegiado del que provenía y por el modo en que tenía de pilotar: sentado muy erguido y bien atrás en el asiento del piloto, los brazos completamente extendidos para agarrar el volante y pilotando el coche con movimientos tranquilos y cuidadosos. Esta técnica tan elegante, que fue uno de sus rasgos más distintivos y que pronto adoptaron muchos otros pilotos, entre los que se encontraba a Fangio o a Stirling Moss, contradecía la tendencia natural de Farina de castigar los coches.

Tal vez habrá que buscar la explicación en su falta de mimo por la mecánica, lo que le llevaba a llevar el coche más allá de sus límites con fatales consecuencias en muchas ocasiones, tendiendo a culpar de ellos a la mala suerte o la fragilidad del coche, nunca a sus errores de pilotaje. Farina, alta mente religioso, creía que la suerte no tenía nada que ver en su supervivencia, a pesar de sus continuos accidentes, sino a su profunda creencia en Dios y después de cada accidente rezaba oraciones de agradecimiento.

Farina, un hombre religioso que sobrevivió a numerosos accidentes

Buena muestra de este carácter arriesgado en la pista se puede ver en las palabras de Fangio, quien destacó este carácter religioso de su compañero cuando dijo que “por la locura con la que pilotaba Farina, sólo la Santísima Virgen era capaz de mantenerlo en pista, y todos pensábamos que algún día se cansaría de ayudarlo”.

También Enzo Ferrari, no demasiado dado a hablar de compasión cuando se trataba de las carreras, temía por la vida de Farina: “Un hombre de acero por dentro y por fuera, era un pura sangre muy nervioso, capaz de cometer las más asombrosas locuras. Como consecuencia, era un interno habitual en las salas del hospital”.

Era tal el número de lesiones que acumulaba Farina, incluyendo las graves quemaduras que le dejó su accidente en Monza en 1954, que necesitaba morfina y analgésicos con regularidad para seguir tentando al destino. Finalmente el dolor venció al orgullo y decidió retirarse de la competición en 1955 para desarrollarse como un exitoso empresario de la distribución de Alfa Romeo.

Pero el interés de Farina por la Fórmula 1 continuó más allá de sus tiempos de competición y era un visitante habitual en las carreras. Así el 30 de junio de 1966 salió de su Turín natal a bordo de un Lotus-Cortina para asistir al Gran Premio de Francia de 1966 que se disputaba en Reims. A su paso por los Alpes, cerca de Chambery, su coche patinó en una curva y se salió de la carretera chocando contra un poste de telégrafos, como consecuencia, el que había sido primer Campeón del Mundo de F1, falleció.