Como parte de la estrategia de reducción de costes que se negocia en estos momentos, la idea de los coches cliente divide a la F1, mientras unos ven una fuente de ingresos extra para los grandes y una mejora para los equipos pequeños, otros ven una afrenta contra el espíritu de la categoría.
La idea, impulsada principalmente por Ferrari y Bernie Ecclestone, se intenta vender como un modo de reducir costes mediante la apertura de una nueva fuente de ingresos para los equipos grandes y una reducción de la carga de diseño y fabricación para los equipos pequeños.
Pero en Mercedes no parecen demasiado entusiasmado con la idea de vender sus chasis de años anteriores a los rivales más pequeños de la parrilla.
«Si vas a correr con el coche del año pasado, es fácil adivinar lo que va a suceder», dijo el vicepresidente de Mercedes Motorsport Norbert Haug en referencia a un planteamiento que parecía casi muerto hace unos meses.
Sin embargo, el jefe de Lotus Eric Boullier insistía: «Si el futuro de la F1 pasa por servir coches cliente, ¿por qué no? Creo que el debate esta abierto».
En la actualidad todos los equipos de la parrilla están obligados a diseñar y construir su propio coche, pero el actual Acuerdo de la Concordia expira a finales de esta temporada.
Y viendo el resultado, con Caterham sin haber logrado ni un sólo punto desde que entró en la parrilla en 2012, y es el mejor de los equipos pequeños, porque mejor no hablar del resultado obtenido por Marussia y HRT.
«Una idea, es una idea», dijo el director ejecutivo de Caterham Riad Asmat cuando le preguntaron su opinión acerca de los coches cliente.
«Estamos orgullos de a donde hemos llegado, de lo que hemos construido. Entramos como constructores y esperamos que siga así por ahora», añadió.
Para el ex ingeniero de F1 Joan Villadelprat, en declaraciones al diario AS: «Esta idea socava el espíritu de la F1, tenemos que reducir costes de otra manera».
Hasta ahora todas las ocurrencias han sido, en mayor o menor medida, un tanto descabelladas. Pero está claro que la F1 no va a poder sobrevivir a ritmo de despilfarro año tras año, algo que repercute en los aficionados y en esa sensación de que la categoría vive en una burbuja de lujo ajena a la crisis.