Y no es un tema menor, luchar por el Campeonato del Mundo es complejo, muchos factores deben alinearse para poder estar en esa batalla. La base es tener un coche competitivo, sin él, da igual lo bueno que sea un piloto, nunca logrará esta ahí, muchos son los ejemplos que hemos visto de esto en la Fórmula 1.
Pero una vez se logra un coche competitivo es necesario tener un piloto que no cometa errores. Está claro que los 20 pilotos que están en la parrilla sin lo mejor de lo mejor del mundo del automovilismo, todos ellos vienen desde las categorías inferiores luchando por el sueño de la F1 casi desde la cuna.
Y en el caso de Max Verstappen, especialmente. Su padre Jos Verstappen, ex piloto de F1, y su madre Sophie Kumpen, piloto de karting, no era sangre lo que traía ese bebé sino gasolina. No ha defraudado, su llegada a la F1 con tan sólo 17 años le ha llevado a lograr la mayoría de récords de precocidad.
Pero lo que resulta increíble es que con 23 años empieza a entrar en el terreno de los pilotos con experiencia. Desde sus inicios con Toro Rosso, en el Gran Premio de Australia de 2015, suma 121 Grandes Premios, 11 victorias, cuatro y 44 podios. Muchos pilotos envidiarían este palmarés al final de su vida deportiva en la F1.
Pero hay algo importante en la actitud del piloto holandés, como afirma su padre: «Max no ha cambiado como persona. todavía está tan relajado como hace siete años».
«Por primera vez, Max tiene un coche con el que ya no tiene que arriesgarlo todo para seguir el ritmo de Mercedes. Y él también lo sabe», añadió Jos Verstappen en declaraciones a F1-Insider.
Esta temporada hay batalla en la parte alta y siguiendo lo que hemos visto en las dos primeras carreras, quien tendrá que seguir el ritmo va a ser Lewis Hamilton si quiere llevarse su octava corona. Desde luego Max no se lo va a poner nada fácil: tiene coche, tiene ritmo y tiene confianza.
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