Los responsables del trazado alemán de Nurburgring, inmersos en una grave crisis económica y sin que se tenga claro si serán la sede del Gran Premio de Alemania el próximo año, no se sienten molestos por el plantón que Bernie Ecclestone les dio este fin de semana en el circuito de Hockenheim.
A pesar de estar inmersos en un proceso de insolvencia, los directivos de Nurburgring Jorg Lindner y Kai Richter se tomaron el tiempo y las molestias de viajar a Hockenheim el pasado fin de semana, aprovechando el Gran Premio de Alemania, específicamente para cumplir con Ecclestone y discutir el asunto de la crisis de su circuito.
«Esperaron y esperaron, pero Bernie no vino», reveló el diario Süddeutsche, ante la incertidumbre de si realmente el patrón de la F1 había puesto sus pies en territorio alemán o no, nadie lo confirmó ni lo desmintió.
Los medios de comunicación internacionales especularon con la posibilidad de que el motivo por el que no acudió a Alemania pudo ser el temor a que los fiscales ordenasen su detención, ya que siguen adelante con la investigación por el caso de soborno en la compra de las acciones de la F1.
«No nos molesta», dijo un portavoz de Nurburgring a la agencia de noticias DPA ante el plantón que recibieron sus jefes del director ejecutivo, una completa falta de respeto visto desde el punto de vista de las reuniones de negocios.
«Estamos en contacto de otra manera (con Ecclestone) en relación a la continuidad de la Fórmula 1 en el circutio de Nurburgring en 2013», añadió.
Daniel Amelung, abogado del condenado y encarcelado Gerhard Gribkowsky por los sobornos, quien implicó a Ecclestone en el asunto, dijo que el millonario de 81 años no se puede ocultar para siempre.
«Me pregunto cómo hará en el futuro para cumplir con sus obligaciones en Alemania, en Europa, de hecho, en todo el mundo, si el fiscal solicita una orden de arresto internacional», dijo al periódico Bild.
Por parte de Ecclestone, ni de su empresa CVC, no han querido hacer comentarios sobre esta noticia, un tema que, sin lugar a dudas, debe incomodar al patrón de la máxima categoría del automovilismo. Sobre todo cuando se está negociando algo tan importante como el Acuerdo de la Concordia.