Pasea por el paddock de Interlagos con una media sonrisa. Se le ve relajado, más calmado que otras veces. Con ese rictus habitualmente serio un poco menos cuadrado. Más humano que nunca. Michael Schumacher afronta este fin de semana su Gran Premio número 307, aunque ha en 308, pero no disputó la carrera del GP de Francia de 1996 por un fallo en el motor de su Ferrari en la vuelta de formación.
Una larga vida profesional detrás que pone su punto final este domingo, con una rúbrica más triste de lo que hubiera deseado y con la seguridad de que su nombre seguirá resonando en los ecos de la historia del deporte por muchos años.
Michael no ha querido hacer alarde de mucho este fin de semana. Sabe que él es un protagonista secundario en medio de la batalla que tienen Sebastian Vettel, su «hijo» deportivo, y Fernando Alonso, su heredero en Ferrari y el hombre que ya le jubiló en 2006.
Solo ha querido dar las gracias a todos los que le han acompañado con un escueto pero emotivo mensaje en su casco: «La vida es una cuestión de pasiones, gracias por compartir la mía». Y si ha habido un piloto con una vida sin duda apasionante, ese ha sido Michael Schumacher.
Los siete títulos mundiales con los que se va Schumacher son solo la punta de lanza de un palmarés, sencillamente, espectacular. A falta de conocer lo que pase en Interlagos este fin de semana, el ‘kaiser’ ha sumado 91 victorias, 68 ‘poles’, 77 vueltas rápidas, 155 podios, 5.111 vueltas liderando un Gran Premio (lo que se traduce en 24.148 km sin nadie por delante). Todo ello, récord absoluto de la Fórmula 1.
Desde que se subiera a aquel Jordan 191 en el Gran Premio de Bélgica de 1991, sustituyendo a Bertrand Gachot (que tuvo que pasar por la cárcel por una pelea con un taxista de Londres) hasta este domingo, Schumacher se las ha visto en pista con hombres como Ayrton Senna, Damon Hill, Jacques Villeneuve y, sobre todo, su gran ‘rival’, Mika Hakkinen, con el que se las tuvo a finales de los 90 y principios del 2000.
Su época de Ferrari se recuerda aún como la más gloriosa. El triunvirato que formó con Jean Todt como jefe de equipo y Ross Brawn como diseñador jefe de la Scuderia convirtieron a Schumacher en un coloso imposible de batir durante cinco años. Cinco temporadas de gloria que acabaron con la irrupción de un joven chaval de Oviedo a los mandos de un Renault imparable y que abrieron el camino a una nueva era, en la que Schumacher solo aguantó un par de temporadas y a la que posteriormente se intentó reenganchar sin éxito.
Segundas partes…
Michael Schumacher anunció su primera retirada en 2006, cuando estaba peleando con Fernando Alonso por el campeonato. El germano, aún en Ferrari, era consciente de que su época ya había pasado e intentó hacerse a un lado para dar paso a los jóvenes talentos del momento, como el propio Alonso, Kimi Raikkönen -su sustituto en Ferrari- o los que vendrían después. Su primera intención era dedicarse a descansar, ejercer como consultor de la Scuderia para todo lo que necesitaran en Maranello y practicar otros deportes, como el fútbol o el motociclismo, donde hizo sus pinitos.
Sin embargo, el ansia competitiva le pudo. El gusanillo de la Fórmula 1 le picaba aún, y cuando Ferrari le tanteó para sustituir al lesionado Felipe Massa en 2009, el ‘veneno’ acabó por entrar de nuevo en su cuerpo. Quería volver a competir. Su antiguo jefe técnico en Ferrari, Ross Brawn, no dudó en ponerse en contacto con él para que liderara el proyecto de Mercedes. Michael volvía a lucir los colores del gigante alemán, que le apoyó y dio sus primeras oportunidades allá en los años ochenta, cuando muchos de los hoy pilotos de Fórmula 1 apenas levantaban un palmo del suelo e incluso ni habían nacido.
Unos dirán que fue un error, otros que simplemente Schumacher ya no está a la altura, por edad, de lo que se exige de un piloto de Fórmula 1. Los más, que Mercedes no ha sabido darle una herramienta del nivel que exige el auténtico rey de la Fórmula 1. Ninguno se equivocará. Schumacher solo ha conseguido -a menos que este domingo haya una sorpresa- un podio en sus dos temporadas como piloto de Mercedes, el conseguido en el apasionante GP de Europa de este 2012, cuando fue tercero por detrás de Fernando Alonso y Kimi Raikkönen.
La confirmación de que Lewis Hamilton sería su sustituto no hizo más que acelerar su decisión, que, según sus propias palabras, ya llevaba sopesando varios meses. Pudo haber recalado en otros equipos menores que le tantearon, como Sauber, pero el ‘kaiser’ ha decidido decir adiós definitivamente. Lejos quedan ya sus peleas, sus saltos en el podio, sus éxitos incuestionables y su carácter implacable en pista, lo que le granjeó más enemigos que amigos en el ‘paddock’ y más sanciones que a nadie en la historia.
Se retira una auténtica leyenda de la Fórmula 1. Tendrán que pasar, como mínimo, cuatro años para que Sebastian Vettel o Fernando Alonso puedan igualarle. Tendrá que pasar quién sabe cuánto para que la sombra de Schumacher se extinga superada por otro piloto.