La cara con la que Sebastian Vettel se bajó del coche que le llevó hasta la zona de verificaciones el sábado era todo un poema. Sabía que algo no iba bien. Sabía que parar el monoplaza antes de llegar a la meta después de su última vuelta de clasificación no podía significar otra cosa que no fueran problemas, pararse en la pista no era bueno.
Renault y Red Bull se encargaron, durante casi cinco horas, de intentar convencer a los comisarios de la FIA de que el depósito del RB8 sí tenía el litro de combustible necesario para la medición, pero que no podían sacarlo. Al final, el gran damnificado por el error del equipo fue el propio Vettel, que resignado recibió la noticia de que al día siguiente saldría desde el pit lane, como mal menor.
A partir de ahí, todo le empezó a salir de cara. Los incidentes en la primera vuelta eliminaron a varios de sus rivales de entrada, y la progresión del alemán se fue culminando. Dos coches de seguridad que agruparon a la serpiente multicolor, dos toques de los que salió sorprendentemente indemne, rivales que se le fueron quitando de delante por diversos problemas, y actuaciones absolutamente magistrales -ni el propio Button se creía por dónde le pasó en la recta final de la carrera- permitieron lo que, en un alarde de exceso de suficiencia, aseguró Vettel que era su objetivo: acabar en el podio.
La necesaria suerte del campeón
Salir desde el pit lane no parece la mejor manera de comenzar una carrera de Fórmula 1. la prueba que se le podía haber puesto muy de cara con el fallo en la bomba de combustible de Hamilton, ya que le hubiera colocado primero, de haber salido en la tercera posición de la parrilla, tal y como clasificó antes de que los ya famosos 850 mililitros de combustible dieran al traste con sus opciones. Que pudiera retocar la mecánica de su monoplaza no fue sino un pequeño beneficio que obtuvo Vettel para una carrera que se presentaba como una de las más complicadas de su vida.
En la salida, se vio que su Red Bull es mucho más duro de lo previsto. De hecho, hasta el propio Adrian Newey se quedaba mirando embobado un alerón delantero, intentando entender por qué Vettel no estaba perdiendo tiempo con el suyo roto. El diseño del RB8 sorprende incluso a su progenitor, y en las manos de Vettel no hace sino brillar en su máximo esplendor. Muchos se llevaban las manos a la cabeza al ver cómo Vettel podía deshacerse de los rivales de la zona baja de la tabla con una facilidad inusitada. No es la primera vez que algo así ocurre.
El primer precedente que viene a la cabeza es el de Lewis Hamilton en el Gran Premio de España. El británico sufrió la misma sanción que Vettel por el mismo motivo, y eso no le privó de auparse a la octava posición, algo muy meritorio en uno de los circuitos que menos permiten los adelantamientos y en un momento de la temporada en la que la igualdad -propiciada por unos compuestos Pirelli más inestables, y no las auténticas ‘piedras’ que llevan desde este verano- propiciaba carreras inverosímiles.
Por otro lado, se acusa a los Toro Rosso de haber sido demasiado blandos con él. La hermandad entre Red Bull y Toro Rosso ha sido objeto de no pocas polémicas, pero lo cierto es que este domingo no reinó la paz entre Vettel y sus teóricos súbditos. Prueba de ello es el susto que se llevó cuando no supo prever que Ricciardo iba a frenar de manera brusca y casi le embiste por detrás. El resultado fue que Vettel acabó llevándose por delante el cartel de corcho que delimitaba el inicio de una de las dos zonas de DRS que había en el trazado de Yas Marina.
No obstante, si hubo dos duelos en los que Vettel tuvo que demostrar que es más que un afortunado con un gran coche, fue contra Romain Grosjean y, especialmente, contra Jenson Button. Con el francés tuvo que rectificar un adelantamiento por ser ilegal. Sin embargo, con el británico se jugó el tipo… a sabiendas de que el de McLaren es uno de los pilotos más limpios de la actual parrilla. Muchos son los que esgrimen contra Vettel que Button fue demasiado permisivo con él, si bien hasta el propio piloto inglés confesó que no imaginaba que el de Red Bull tomara tantos riesgos.
La fortuna, evidentemente, no estuvo ausente en el cómputo de factores que le dieron el podio a Vettel. Como le ocurriera a Alonso en la magistral lección que dio en el Valencia Street Circuit, al de Red Bull se le quitó uno de sus principales rivales por el podio a las primeras de cambio. La rotura de Hamilton fue el primer golpe de suerte que tuvo en la carrera, pero sobre todo la salida del segundo safety car le permitió acercarse a los rivales de arriba mucho antes de lo previsto.
Haber colocado los neumáticos para el último stint justo antes no hizo sino confirmar que, para su alegría, lo hicieron en el momento preciso. En definitiva: si a un buen piloto le das un buen coche, lo normal es que la suerte esté de su lado. Es más fácil llegar al podio cuando tienes herramientas que te permiten hacerlo. Fernando Alonso, por contra, se mantiene en la brecha por el título con un monoplaza que los sábados es una pesadilla.
Luca Cordero di Montezemolo, presidente de Ferrari, ha pedido públicamente a Stefano Domenicali que lleve mejoras a Austin, sede del próximo y penúltimo envite de este campeonato. Al español le abandonó la suerte en los peores momentos: los ceros de Bélgica y Japón pesan demasiado ahora mismo. Por contra, a Vettel le está yendo rodado todo este fin de temporada.
Saber aprovechar los golpes de la fortuna también determina el devenir de los campeonatos. Por mucha fortuna que tuviera Vettel en Abu Dhabi, si no hubiera sacado todo su pundonor por subir posiciones, poco o nada le hubieran valido los coches de seguridad, la rotura de Hamilton o la colisión múltiple entre Pérez, Di Resta y compañía.
La moneda está en el aire y Alonso, como buen aficionado al juego, sabe que en las dos próximas carreras puede caerle a él la ‘cara’. Si en Ferrari se ponen las pilas en estas semanas, quizá pueda estar en condiciones de aprovecharla. Y ahí, ni Vettel, ni la Diosa Fortuna, podrán con él.